Primero fue el carbón, protagonista indiscutible de lo que se dio en llamar la Revolución Industrial. Más tarde llegó el petróleo, al que le quedan cuatro telediarios. Se calcula que en torno a 2040 éste prácticamente se agotará y su extracción química futura hará cuadruplicar el precio de producción actual. Muchos de los que ahora estamos aquí, podremos estar dentro de 33 años viendo ese final.
Así que no, que no es verdad, que estamos creciendo mucho en relación a la implantación de parques de aerogeneradores, que extraen electricidad de la energía eólica, tan limpia ella, dirán algunos. Que España es el segundo país del mundo, por detrás de Alemania y que es el país con mayor crecimiento anual en este terreno. Vale. Pero también es cierto que no será, -según las previsiones de los popes del tema- hasta dentro de diez años (y hay que hacer muchos parques aún en ese tiempo) cuando la eólica suponga, en ese futuro 2017, un 15% del total de la energía que se consuma en España.
Y hay que decir también que no toda la energía que se produce en los aerogeneradores llega íntegra a la red de distribución eléctrica, ni puede almacenarse en caso de excedente.
También es cierto que, ahora mismo, la totalidad de los parques eólicos son en tierra. No hay ninguno que aproveche los vientos marinos, pese a que, según datos de Greenpeace, la instalación de sólo 50.000 generadores en toda Europa, serviría para abastecer de electricidad a todos los hogares del viejo continente.
¿Y qué decir de la energía solar? ¿Qué estamos a la cola de Europa pese a ser uno de los países con más sol? Acaba de aprobarse un nuevo código técnico de edificación que, entre otras medidas, pretende que los nuevos edificios que se construyan o rehabiliten instalen obligatoriamente paneles solares. Obligación que entrará en vigor a partir del próximo mes de marzo. Algo es algo. Pero lo que hubiéramos ahorrado si esta norma se hubiese puesto en marcha hace 20 años.
¿Y qué decir de la extracción de energía a partir de la biomasa? ¿Y el desarrollo de combustibles ecológicos, como el biodiesel? O la energía mareomotriz, de la que al menos hay dos proyectos pilotos en marcha en Asturias y Euskadi.
El caso es que, en la actualidad, España precisa importar el 85,1% de la energía que necesita para encender el país cada mañana. Y ¿de quien depende? De terceros, como Libia, Arabia Saudí, Rusia, Argelia, México, Irak, Italia, Noruega, Nigeria… de Rusia, Arabia y México casi exclusivamente petróleo y de Nigeria y Libia, el grueso del gas natural.
Dependemos de algunos países poco fiables en cuanto a su distribución y a sus políticas. Y dependemos de los precios que nos marquen.
Además, el petróleo, como todas las riquezas fósiles, beneficia sólo a un grupo de países, quedando el resto de la población mundial, a expensas y en dependencia. Estamos viviendo ya las guerras por el petróleo. En ese marco cabe interpretar invasiones como las de Kuwait por Saddam o la de Bush en el propio Irak.
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