miércoles, 7 de marzo de 2007

¿Por qué consentimos las cleptocracias?

Dicen que todo poder corrompe, que es en sí mismo corrupto al mezclarse con la naturaleza del hombre. Y la mayor parte de las veces, no importa si vivimos en democracia o en dictaduras más o menos encubiertas, vemos por todas partes surgir la cleptocracia, mientras nos quedamos impávidos, viendo como nos roban impunemente y aceptando todas las mentiras con que lo justifican.

Dentro de esta clase de gobiernos, que son la mayoría, los hay de dos tipos, los que cuentan con el apoyo popular y los que no, que corren el riesgo de ser derrocados, si hacemos caso a los comportamientos, casi leyes, de la Historia.

Pero esto es así precisamente a causa de un proceso evolutivo que nos llevó desde las la familia, a las tribus, las hordas, las jefaturas y finalmente los Estados. ¿Y que es un Estado?, pues una organización social compleja gobernada por una élite.

Las cuatro formas con las que los cleptócratas de todas las épocas han sobrevivido en el poder, viviendo de mejor modo que el pueblo llano han sido estas.

1. Control de las armas: desarmar al pueblo y armar a las élites. Algo que cada vez resulta más fácil, dada la tecnología compleja de las armas actuales.

2. Contentar al pueblo mendiante la redistribución de los impuestos y tributos obtenidos, haciéndolo de forma popular.

3. Utilizar el monopolio de las armas para mantener el orden público y reprimir la violencia. Algo absolutamente esencial para el poder (terrorismo, delincuencia, etc)

4. Construir una ideología o religión que justifique el régimen. Este último no es un tema banal, porque las ideologías y religiones, además, ofrecen normas que permiten la convivencia pacífica de las personas no emparentadas y da una motivación para sacrificar la vida, distinta del interés genético.

En muchas de nuestras sociedades actuales, donde el peso de la religión es mucho menor que en épocas pasadas, la ideología dominante es la que marca las formas de vida y los regímenes políticos. En las democracias pueden elegirse diferentes opciones, pero todas dentro del mismo sistema de organización del Estado.

En el tema de las armas, todos los gobiernos del mundo se suelen manejar aceptablemente, pero no así en la redistribución de la riqueza, dados los datos actuales. Y en cuanto a las ideologías, seguimos con ese capitalismo o socialismo, filosofías políticas del siglo XIX que tal vez ya empiecen a dejar de ser útiles para los tiempos que corren, antes de que sea demasiado tarde y el desequilibrio sea tal que se derive en la desintegración de los estados y del camino hacia el caos.


Fuente: Jared Diamond, “Armas, Gérmenes y Acero



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martes, 6 de marzo de 2007

El arma secreta de la conquista de América (II)

Es de sobra conocido el episodio ocurrido el 16 de noviembre de 1532 en Cajamarca, cuando Francisco Pizarro capturó y secuestró a Atahualpa, señor del vasto imperio Inca, que habitaban millones de personas y pidió a cambio el rescate más grande de la Historia: una habitación llena de oro hasta el techo.

No sólo causa perplejidad el hecho de que la tropa de Pizarro fuesen sólo ciento diez soldados de a pie y sesenta y dos a caballo, con los refuerzos más cercanos a más de 1.500 kilómetros, frente a un ejército inca de 80.000 hombres, sino el cómo algo de tal magnitud pudo llegar a pasar del modo en que sucedió.

Para explicarlo debemos retrotraernos seis años atrás, 1526: una epidemia de viruela, traída de manos de los europeos desde el norte, se adelanta a la llegada de los propios conquistadores, alcanza al mismísimo corazón del imperio inca y se lleva por delante al emperador Huayna Cápac y con él, a la mayoría de su corte. Y muy poco después, moría de la misma enfermedad su heredero: Ninan Cayuchi, con lo que en la línea de sucesión sólo quedaban Atahualpa y su medio hermano Huáscar. La lucha por el poder de ambos derivó en una guerra civil que continuaba a la llegada de Pizarro.

Un Pizarro que tuvo la suerte, pues, de encontrarse con un imperio dividido. Y hasta el hecho de que Atahualpa se hallase en aquel momento en Cajamarca se debía a que venía de vencer en dos batallas decisivas para sus intereses, no a que Pizarro lo buscase. Pero aprovechando que pasaba por allí, entró en Cajamarca a sabiendas de que Atahualpa se encontraba a cuatro leguas de la ciudad y aleccionó a sus tropas para esperar al emperador. Le envió recado de que lo aguardaba para entrevistarse con él y Atahualpa fue, hasta la mimísima plaza del pueblo.

El asunto de este encuentro está perfectamente documentado por distintos cronistas. Llegó Atahualpa en una litera tras varios cientos de sus hombres. A él se acercó biblia en mano y crucifijo en la otra Fray Vicente, que así habló a Atahualpa: “Lo que yo enseño es lo que Dios nos habló, que está en este libro” (un libro que Pizarro jamás había leído, ya que era analfabeto). Atahualpa tomó el libro, sin acertar a abrirlo. Fray Vicente quiso ayudarle, pero Atahualpa no le dejó, abrió el libro por sí mismo, vio las letras que no entendía y arrojó la Biblia al suelo, diciendo que allí no hablaba nadie.

Acto seguido, Pizarro hace una seña y sus hombres a caballo salen al galope y con los sables, las lanzas y algún disparo de efecto de sus arcabuces, siembran el pánico en la plaza. La superioridad de las armas de acero, frente a las de los incas, las armaduras y yelmos y los caballos llevaron a que fueran pasados a cuchillo más de dos mil incas sin que hubiese una sola baja por parte de los invasores.

Pizarro se fue a la litera de Atahualpa, lo tomó por un brazo y lo mandó encerrar pero, eso sí, tratándolo de modo acorde con su rango. Pidió entonces el monumental rescate y, mientras tanto lo reunía, mandó emisarios a Panamá para buscar refuerzos y a otros puntos del imperio. Mantuvo a los incas a raya gracias al secuestro del emperador y, finalmente, incumplió su palabra, porque a pesar de cobrar el rescate (que fundieron en lingotes, separando los del Rey y los de la Iglesia), mató a Atahualpa. Cuando llegó la guerra, las fuerzas numéricas ya no estaban tan desniveladas.

Cierto que las armas de acero, las armaduras y los caballos fueron elementos decisivos en la superioridad de los invasores, pero no menos cierto es que este episodio nunca se hubiese producido sin el concurso de la viruela. Las cosas para Pizarro no iban a ser tan fáciles, o tal vez los predecesores de Atahualpa fuesen más desconfiados.

Porque falta preguntarnos por qué Atahualpa no vio la trampa que le tendían. Ni jamás imaginó que aquellos españoles quisieran algo más allá de aquel oro que reclamaban. Nunca sospechó que venían para quedarse, ni para ser los dueños de todo. Ese error de cálculo fue su perdición. Sobre todo porque sabía y había oído hablar que violaban a sus mujeres y mataban sin piedad, robaban ropa y comida, incluso a las puertas de Cajamarca.



La primera parte de este artículo puede encontrarse aquí.

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lunes, 5 de marzo de 2007

Libia: de villano a héroe por el petróleo

Hubo un tiempo en que Gadafi ocupaba para los americanos el lugar en que ahora ponen a Bin Laden. Era el malo entre los malos, responsable de financiar el terrorismo internacional ya desde el año 1981, en época de Reagan, cuando la Sexta Flota yanqui derribó dos aviones libios.

Y en 1986, americanos e ingleses pretendieron, decían, quitar de en medio a Gadafi, para lo que bombardearon Trípoli y Benghazi.

Dos años más tarde, en 1988 se acusó a libia del atentado de Lockerbie y la ONU impuso sanciones a aquel país, primero del llamado Eje del Mal.

Pero ocurre que, tras treinta y siete años en el poder, Gadafi ha dado la vuelta a la tortilla. Su apertura al exterior llevó a lograr la supresión de las sanciones y el embargo en 1999 y, desde 2003, la apertura del sector petrolero y el suculento pastel petrolífero de aquel país ha llevado a que las grandes predadoras petroleras acudan a la llamada como moscas al pastel.

Porque Libia tiene unas reservas estimadas de 42.000 millones de barriles, tanto como Kuwait.

Y claro, ante los negocios, todas aquellas cositas del pasado, vamos a dejarlas y pelillos a la mar.

Por eso hasta 40 empresas internacionales han acudido a los concursos de explotación del gobierno Libio, que se la sabe todas y si no, fíjense en el dato. Están ofreciendo cifras de beneficio a las empresas del 7%, mientras que el 93% restante es para el Estado.

Y aún así, el pastel es tan grande que rusos, chinos, asiáticos, americanos y hasta la francesa Total están ya agujereando el terreno como posesos. Y todavía algunos ponen el grito en el cielo cuando Evo Morales habla del abuso de las petroleras en Bolivia.

Vayan tomando nota el resto de políticos sobre la forma de hacer negocios desde el estado con las fuentes primarias y la energía, los sectores estratégicos de los países y sus principales fuentes de ingresos, si saben explotarlos y, sobre todo, si saben alejar de su entorno la casi perenne corrupción, que se ramifica por todos los entresijos del poder.



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