martes, 9 de agosto de 2011

Yo también protesto y acabemos ya: (Carta abierta a SANTIAGO REY FERNÁNDEZ-LATORRE)

Observo como, una vez más, el presidente y editor de La Voz de Galicia, Santiago Rey Fernández-Latorre, utiliza su speaker corner de dos páginas del periódico y varios días en la portada de la edición web, para lanzar su proclama, autotitulada "Acabemos" continuadora de su anterior “Yo protesto” de 2009. ¡Qué derrroche de medios para sencillamente venirnos a decir: lo veis, ya os lo decía yo! Y qué alegría inicial me dio ver a este señor como un indignado más. Claro que no a pie de obra, ni en la calle, sino en su despacho cinco estrellas.

No tengo el gusto de conocerle, señor Santiago, y eso que he pasado cinco años de mi vida trabajando para su empresa. Pero jamás, en ese tiempo, se ha dignado usted, ni el director de su rotativo, a darse una vuelta por la delegación de Ferrol, por ejemplo y, sencillamente, charlar con la gente, conocer a su propio personal y saber de primera mano qué piensan.

En mi tiempo allí, creo recordar que la única comunicación entre los periodistas de la delegación y del staff principal de La Coruña fue una circular que enviaron pidiendo a los redactores el uso de corbata. Y eso es lo que hay ahora: periodistas de corbata y despacho, recogiendo notas de agencia. Pero ninguno a pie de obra. Obviamente, la profesión no es de blue collar, ni para mancharse con el barro de la calle, por favor. Ni se investigan siquiera los trapos sucios que más huelen, no vaya a ser que el tufo llegue a la redacción.

Y digo yo que está muy bien eso de protestar. Sobre todo porque es gratis (y más teniendo la propiedad de los medios que lo publican), pero fíjese: siempre desconfié de los que ven la realidad desde la ventana de sus despachos, protegidos por el nudo de la corbata. Y también los que ven la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.

Y voy a entrar un poco en materia para justificar lo que quiero decir:

Hace ya días, desde que leí su artículo, que tengo ganas de contestarle, de opinar, de comentar. Pero, fíjese, por mucho que miro en su web no veo ningún espacio para dejar comentario alguno. Su medio es de los pocos en los que no se permiten comentarios en las noticias, donde se traspapelan las notas de prensa que no convienen, y en el que no se publican siquiera las cartas al director, incómodas.

Curioso es constatar igualmente que no es usted propietario de medio de comunicación alguno, sino más bien de difusión. No hay feedback entre sus medios y los lectores, salvo esas encuestas en las que lo más que puede decirse es sí o no. No he encontrado forma de hacerle llegar esta carta personalmente, créame. Su dirección de correo electrónico no aparece publicada en ninguna parte. Pero en esto no es usted diferente al resto. No hay publicadas en sus cabeceras dirección de correo alguno a la que dirigirse, no ya de periodistas concretos, sino siquiera de las secciones de su periódico.

Pongo un ejemplo: si salgo a la calle y veo, digamos, un accidente de coche, puedo hacer una foto con el móvil y subirla a mi blog o a cualquier red social de la que forme parte, en segundos. Pero no puedo hacerla llegar por correo a La Voz de Galicia, porque ese correo lo desconozco y no es público. Imagino que siguen recibiendo las notas de prensa vía fax y teletipo. Algo elemental, moderno y tan decimonónico como las secciones en que aún dividen el periódico desde los tiempos de su abuelo.

Qué decir de la opinión. Si es que siempre opinan los mismos y en la misma onda. Es curioso como los propios periodistas de su diario no tienen siquiera acceso a escribir un artículo de opinión, motu propio. Es perder el tiempo. Y hablo de mi experiencia  en su diario. Y no digo ya si el artículo apunta a la línea de flotación de alguna empresa anunciante en su periódico.

 Y pongo otro ejemplo de cuando trabajaba en La Voz: por tres veces se me negó publicar un artículo que criticaba que las cabinas de Telefónica nos roban durante años, quedándose con el cambio. Algo absolutamente ilegal, a todas luces, que le cobren a uno por un servicio que no prestan. Pero su periódico no defiende a sus lectores, ni a Galicia, de la que tanto se le llena la boca, señor editor. Defienden al anunciante.

Lo mismo si la crítica es a la Xunta. Si está claro que desde que los políticos descubrieron las subvenciones a la prensa, consiguieron lo que no lograrían ni con una ley mordaza: acallar las críticas, porque nadie muerde la mano que le da de comer.

Es por ello que, tanta hipocresía, me duele, fíjese. Protesta usted, cómodamente sentado en el sillón de jefe, protegido en la planta noble por una cohorte de guardias jurado y secretarias, alabado por su entorno, que no le lleva nunca la contraria, faltaría más. (Porque en eso han convertido las redacciones, antes abiertas a la gente, de su periódico. Hoy son bunkers en los que te recibe un guardia jurado malencarado mientras sujetas el DNI en la boca: hasta para hablar con un plumilla hay que pedir audiencia y aguardar en sala de espera).

Y, en resumidas cuentas, no tengo claro, realmente, si protesta usted por la cuenta de resultados de su empresa o por la pérdida de beneficios de su cartera de valores. O como diría Supertramp, en aquel disco en cuya portada le imagino a usted, sentado bajo la sombrilla: Crisis? What crisis?

Porque, verá, yo que estoy en el paro puedo contarle, seguramente, muchas más cosas de la crisis de las que usted siquiera sospecha. No sabe, obviamente, lo que es no llegar a fin de mes; que los bancos te roben en comisiones, porque cobras el día 10 y los recibos te los pasan a primeros. No sabe lo que es buscar los precios más baratos en Día o en Familia, o comprar la ropa en tiendas de segunda mano. Tampoco lo que es no tener para pagar gastos adicionales, como el seguro del coche o el rodaje.

Habla usted de empresarios responsables, a los que defiende, que miran sólo por el bien de Galicia. Lástima que no cite a ninguno. Lo digo, más que nada, por conocer a alguien que tenga un mínimo de ética, que, ahora mismo, realmente no caigo.

En el caso de su empresa, fíjese, cuando yo trabajaba en ella, el ochenta por ciento del personal era fijo. Hoy, ese porcentaje no llega ni al 20%. Los becarios, en verano, cobraban. Poco, pero cobraban. Hoy hay que pagar para escribir: pagar un master que ustedes organizan, al que puede ir cualquiera, cualquiera que tenga dinero, por supuesto. Los demás, que sigan en el paro.

Seguramente esta carta tampoco le llegará a usted. Los muchos filtros que le blindan impedirán que las críticas manchen las solapas de su chaqueta como motas de caspa. Pero verá, los tiempos cambian y, en mi caso, aún en el paro, tengo igualmente un speaker corner, más modesto que el suyo: un simple blog. Y desde él, como no me queda otra, le contesto y le pido, de verdad, que se quite usted la corbata, baje algún día a la calle y al pie de obra de las redacciones, abra sus medios a los oídos y los ojos de la gente, acepte las opiniones y las críticas como parte del juego que hoy establecen tecnologías como internet y háganos sentir, a los que ahora sólo somos lectores, que, de algún modo, podemos participar, hacernos oír, que su diario y sus medios sean realmente un altavoz de las inquietudes de la gente y no de aquellos cuarenta personajes principales que cada día ocupan en exclusiva sus páginas, sin que el resto puedan decir ni mu. Porque eso es lo que hacen ustedes: servir de altavoces del poder y perpetuar en él a los que ya lo ocupan. Y ese inmovilismo, señor mío, y esa falta de apertura a nuevas ideas, es también una de las causas de la crisis.

Dice usted: ”… hace falta más que nunca que regrese la desaparecida sociedad civil. Que se restablezca de la postración, que conozca, que pida cuentas, que juzgue, que actúe”. Pues eso, deje usted que la gente haga eso, facilitándoles la labor en sus medios, que realmente contribuyan a crear un estado de opinión basado en el debate, no en la proclamación de consignas sólo de ida, (salvo que su modelo periodístico sea el Granma, donde tampoco hay opiniones) Que sintamos que La Voz no es sólo suya, porque los demás no tenemos esa voz.

No necesitamos, al menos yo, que nadie nos aleccione desde la atalaya. Ni tampoco estamos dispuestos ya a seguir callándonos la boca, ni doblando el espinazo ante nadie, por mucho que ocupe la cúpula de cualquier staff. 

En definitiva, que más que palabras, que son gratis, querría ver en usted gestos, cambios, apertura, modernidad, comunicación bidireccional y transparencia. Eso es lo que le piden sus propios lectores. Pero creo que usted y los suyos seguirán prefiriendo mirar más hacia el lado de los anunciantes. Me temo. Y por eso, amigo mío, sus palabras son de lo más estéril que he leído en parte alguna.


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1 comentario:

Pacocho Corbeira dijo...

Me aclaran desde La Voz de Galicia, respecto al Master de Medios que "es el único en su género que no utiliza a los alumnos para hacer prácticas gratuitas, mano de obra barata, como hacen todos los demás...". Dicho queda.