Ahí tienes tú que, de repente, hemos encontrado un nuevo coco, laico y ateo, prosaico, también, pero que cumple las veces de malo, de causante de todas las desgracias. Se mueve sigiloso, sin que seamos capaces de anticipar sus movimientos (aunque algunos los provocan). Le llaman Mercado, así, sin apellidos y nos tiene a todos pillados por los huevos.
Y bueno, eso del Mercado, en singular, o los mercados en plural, exactamente, ¿qué carajo es? Pues creo que son un conjunto grande de señores, cuando se habla del Mercado en general y varios conjuntos de señores divididos por países, cuando se nombra en plural.
¿Y qué tienen en común todos estos? Que no saben lo que es la crisis. Que les sobra la pasta, vamos. Y la que no dan gastado, la dejan en manos de un bróker con más labia que un psicólogo argentino, que, de repente, se hace en sus manos con el dinero de miles de clientes y, por tanto, con la fuerza por cambiar el valor en una empresa de tamaño medio.
Así que vamos sabiendo que la cosa va de brokers. Y éstos, los hay de varias clases, pero tienen todos una cosa en común entre ceja y ceja: ganar dinero como sea y a costa de lo que sea. Es igual que sean materias primas, que el mercado de futuros de alimentos, que petróleo libio, que cualquier clase de operación especulativa en la que además, ni siquiera arriesga su propio dinero y, dado que el sistema lo permite, tampoco el de sus clientes, porque puede hacerlo así, a crédito y apostando a la baja.
Y ahora, después de años y años escuchando que los gobiernos no deberían de intervenir en la Economía, que ya tiene uno grabada la cantinela esa de que el mercado se autorregula y que debe dejarse que lo haga por sí mismo.
¿Y qué pasa ahora? Pues resulta que por fin alguien decide que ya está bien de slogans sin sentido y toca intervenir y ¿qué pasa? Pues que el Mercado, no sólo no se enfada, sino que lo agradece y de repente sube la bolsa. Se frena sólo un tipo de operaciones especulativas. Habría que poner freno a muchas más, incluidas las prácticas bancarias una a una.
Y sí, hay que intervenir, hay que enfrentarse al coco y no dejarle que deambule a lo loco, según los brokers aprecien aparentes debilidades, o fomentando burbujas puramente especulativas, que ya sabemos cómo acaban. Hay que defender a los consumidores en todos los aspectos y obligar a las grandes empresas y a la gran banca a no cometer muchos de los abusos que ahora se les permite (que deberé detallar en un post venidero).
Así que se acabó el cuento del libremercado. Tendremos que cambiar de economistas de cabecera.
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