martes, 13 de febrero de 2007

San Valentín nos agarra la entrepierna

La pregunta es si hay que aflojar la pasta para demostrar el cariño. Habrá quien diga que sí, que ser desprendido es signo de amor. Habrá quien diga que es sólo consumismo: una simple fecha elegida por los comerciantes para aumentar las ventas.

El caso es que a todos nos cogen por la entrepierna y malo si te niegas a pasar por el aro, porque te lo reprocharán el resto de tus días. Las cosas son así.

Recuerdo hace ya muchos años, cuando uno no era más que un simple estudiante sin recursos, pero enamorado, que en tal fecha, por no quedar mal y apurado por la situación, decidí escribir un poema que empezaba diciendo “yo nada puedo darte, porque nada poseo” y lo pasé a limpio en un bonito pergamino que enrollé con un lazo rojo. Tal vez fuese ese el mejor regalo de San Valentín que nunca hice.

Ahora, el trámite se despacha con unas flores o unos bombones comprados a última hora o con un meneo rápido por el centro comercial en busca de un objeto que nos haga quedar bien o al menos, que no nos deje mal.

Pero, eso sí, hay unas cuantas cosas que debemos tener claras. Primero, hay que olvidarse de los bazares chinos o de las tiendas de todo a un euro. Si además uno es del sexo masculino, no se le ocurra ofrecer “regalos de esclava”: olvídense de las planchas, aspiradoras, utensilios de cocina y demás aperos domésticos.

Dejen ustedes el machismo por un día y cuidadín con las depiladoras, las colonias (no digamos ya los desodorantes), e incluso la lencería fina y cualquier cosa que haga suponer que hay algo en ella que no le gusta o que el regalo es más para usted que para ella, sobre todo si su partenaire es sensible, pues puede interpretarlo por dónde uno no quisiera y ya se jodió la fiesta.

El caso es que en este mundo globalizado, (salvo Japón, donde la fiesta es otra) el marketing global no descansa y vayamos a dónde sea nos asaltan con carteles, anuncios, ofertas y estanterías especiales donde podemos globalizar nuestro regalo hasta el punto de que nuestro amor sea igual que el amor del vecino y nunca menos.

Mi consejo es que hagan ustedes lo que esté en su mano el resto del año para mantener la ilusión de su pareja y para alimentar el amor con un riego constante, sin tener que llegar al catorce de febrero para poner una pica en Flandes y tratar de solucionar con un simple regalo la indiferencia que demostramos el resto del año.







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