jueves, 15 de febrero de 2007

¡Que se mueran los pobres!

Chennai, en la India (antigua Madrás) es hoy el escenario de un juicio sobre el cabe centrar la atención. La multinacional farmacéutica suiza, Novartis, pretende registrar en aquel país la patente para su medicamento contra la leucemia, Glivec. Una patente cuyo registro le fue negado inicialmente gracias a la fuerza común de siete entidades, entre las que figura Médicos Sin Fronteras, que consideran que el principio activo del medicamento (imatinib mesilato) ya existe desde 1995 y que este Glivec no es lo suficientemente innovador para otorgar una nueva patente.

Pero, para ver con perspectiva este asunto, es necesario explicar unas cuantas cosas: India es el principal productor mundial de fármacos genéricos (mucho más baratos), el 80% de los cuales se destinan a países del tercer mundo. Pero, desde abril de 2005, India está integrada en la Organización Mundial de Comercio (OMC) y, por esta razón, está obligada a seguir sus normas de patentes y propiedad intelectual, salvo en el caso de que se considere que el medicamento no es lo suficientemente innovador para ser registrado o, en caso de emergencia nacional.

Justo ahí está la batalla legal, pero ¿quien decide lo que es innovador y lo que no? Novartis pretende agarrarse a un informe encargado por el gobierno indio a un equipo dirigido por el ex presidente del Consejo de Investigación Científica e Industrial, R.A. Mashelkar: un informe ambiguo que habla de “al menos una mejora” en un medicamento para poder ser patentado. Pero tanto Mashelkar como el gobierno indio están en el punto de mira y les llueven las críticas de todos lados, acusándoles de venderse al poder de la multinacional.

Tras la integración en la OMC India cambió sus leyes y ahora, las patentes, tienen allí una validez de 20 años, lo que obligó a dejar de fabricar numerosos fármacos genéricos y, por tanto, a que muchos enfermos de países del tercer mundo dejen de tener acceso a su curación, por no poder pagar el elevado coste de los medicamentos “de marca registrada”.

Sólo en India, hay 25 millones de enfermos de leucemia que, desde la nueva ley, han pasado de pagar por sus medicamentos desde los 175€ de entonces a los 2.000€ mensuales.

Es sabido que el desarrollo de nuevos fármacos se hace fundamentalmente atendiendo al mercado: es decir, para los países industrializados, mientras que se desatienden las enfermedades que afectan a los países pobres, donde hay poco o nada que ganar.

Por decirlo en datos: en 2005, la humanidad gastó 605.400 millones de dólares en fármacos. De ellos, el 44,4% sólo en USA, un 29,8% en Europa, un 11,4% en Japón y un 1,3% en Oceanía. Entre todos estos, suman el 86,9%, dejando para el resto del mundo el 13,1% restante (4,6% para Asia sudoriental, 4,4% para América latina, 1,2% en India, un 1,1% para África, un 0,8% para Oriente Medio y otro 0,8% para las naciones ex soviéticas)

Obviamente, la salud no puede dejarse al albur de las Leyes del Mercado, asunto en el que también está de acuerdo la Organización Mundial de la Salud, ya que estas, por sí solas, han llevado a este desequilibrio que empresas como Novartis siguen empeñadas en agrandar aún más.

Es por ello que este juicio que hoy se celebra es más importante que la lucha por colocar un medicamento en un gran mercado. Es una lucha entre los intereses reales de la salud pública y los intereses comerciales, a los que les importa muy poco la enfermedad ajena, si no reporta dinerito fresco para sus bolsillos. Los gobiernos de todo el mundo deberían tomar ya cartas en el asunto y hacer lo posible para decretar leyes que impidan que la salud y las patentes sean sólo reguladas por la OMC. Alguien más debería decir basta ya frente a esos gigantes que sólo gritan "que se mueran los pobres".







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