miércoles, 21 de febrero de 2007

La marcha atrás de la ley del alcohol

La Ley del Alcohol ha dejado de ser en España. Murió antes de nacer. No habrá Ley Seca y los vinos españoles seguirán ganando premios y la exportación enteros. El botellón se convertirá en fiesta popular y en tradición y patrimonio de la juventud y todos tan contentos. Con la industria hemos topado, amigo Sancho y los del capital se las gastan…

No importó la Ley Antitabaco. Ahí sólo se perjudicaba a los pequeños comerciantes, principalmente negocios individuales de hostelería: autónomos. Pero es que el alcohol es otra cosa. Se trata de empresas privadas, no estatales y claro, la cosa cambia.

Pero es que desde Baco y Dionisos el asunto del vino no hay quien lo pare y mira que van años y años y que pasaron por las sillas de mando muchos abstemios (también unos cuantos borrachos), a los que el jugo de la uva se la traía al fresco y ni así. Pero es que la sociedad es de costumbres y eso del tabaco es mucho más reciente.

Manifiesto mi repulsa a que el Estado controle nuestras vidas hasta el punto de elegir por nosotros y prohibir lo que considera no nos conviene. Un estado prohibicionista no ataja el problema, sólo hace que este se ramifique y explore las rendijas del sistema.

No van a parar el botellón ni a porrazos, ni a control policial, ni a normativa municipal. Porque si han llegado hasta ahí será porque son hijos directos de una sociedad en la que el alcohol forma parte esencial de todos los momentos de celebración y de alegría. No está mal vista socialmente y se aprende en los propios hogares.

Pero, dejando al margen las indecisiones del ministerio, la presión de la oposición, alineada desde el principio con el empresariado del sector, esto de ahora voy a hacer esto, pues ahora ya no lo hago ni lo haré nunca, parece un cachondeo marinero. Una marcha atrás deshonrosa que uno no acierta a comprender, aunque esté de acuerdo en dejar las cosas como están e incidir realmente en la protección de los menores mediante políticas no prohibicionistas, sino educativas y formativas.

Dejen en casa el látigo y las cadenas y limítense a proteger sin castigar, a educar sin obligar y a informar, sin mentir. Con eso nos conformamos todos.








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