viernes, 5 de enero de 2007

Queridos Reyes Magos:

El día que descubrí la verdad de la impostura el mundo perdió su magia. Prefería el engaño de la magia, de la prestidigitación, el arte del birlibirloque, donde todo sucede porque sí. Creyendo que, más allá, sabe dios en qué perdido reino, hay tres señores magos que se preocupan por uno y por todos los niños y van a leer la carta con mis deseos, para hacerlos realidad en una noche mágica.

Nadie sabe cuántas noches, año tras año, intentaba no quedar dormido para verlos llegar y cogerlos infraganti, dejando los regalos. Pero, por fortuna, nuca conseguí permanecer despierto.

Sale uno del paraíso infantil, así de repente, el día que se entera que los Reyes Magos trabajan sólo un día al año y de mentira, y de pronto se entra en el infierno que es la vida misma, desengañado. Descubrimos que no sólo los Reyes Magos, que son muchos más los que quieren engañarnos constantemente, y sin dejar regalo a cambio.

Así que, tan siquiera obtenemos algunas respuestas, para al cabo darnos cuenta que seguimos viviendo en la incertidumbre, que no sabemos nada, apenas lo esencial para seguir rodando, anclados en nuestras circunstancias, tan jodidas de romper, tan injustas tantas veces y para las que de poco nos valen nuestras mejores capacidades y virtudes.

Nosotros, los que somos, no seríamos los mismos si hubiésemos nacido en otra parte, cualquiera que sea.

Así que no hay Reyes Magos, y de Oriente, sabemos que es una lata a presión, que sólo llegan noticias de destrucción y muerte y menos mal que no son los mismos Reyes Magos quienes gobiernan por allá, pues correrían serio riesgo de perecer ahorcados en cualquier momento.




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