martes, 2 de enero de 2007

Atentado en Madrid

Hay caramelos que es mejor no probar. El de la esperanza es especialmente dulce. Y este llevaba por fuera escrito “Alto el fuego permanente”. Dejamos las armas y empezamos una etapa de diálogo, parecían decirnos. Pero no era verdad. No se dejaron las armas en ningún momento. Ni siquiera se dejaron calladas. El diálogo se hace a golpe de explosivos, de cajeros y autobuses incendiados. O jugamos como decimos nosotros o me llevo el balón, como el dueño mimoso, cuando niños. Sólo que ahora el balón, mata.

Puede ser, como dicen algunos, que el atentado en la T4 de Madrid, sea obra de un grupo escindido, discrepante o desobediente, pero dada la magnitud operativa, parece bastante improbable. Que haya sus puntos de vista dentro de ETA, seguro, pero no hasta ese punto de ruptura.

No es de recibo, ni políticamente correcto, determinar las causas que llevaron a la explosión de Madrid, porque nadie debe asumir más responsabilidad, en hechos como este, que quien planifica y ejecuta la barbarie. Pero, hasta ahora, hemos visto en televisión durante la tregua, más etarras en el banquillo que en ningún momento anterior (algunos con muy mala leche); hemos visto a Batasuna y su entono desfilar ante la Audiencia; registros en las herriko-tabernas dentro el proceso de la investigación de la financiación de la banda...

El gobierno dice que no controla el poder judicial, que este es independiente. Aunque es un poder tan politizado que su independencia da la risa y ya nadie oculta su adscripción a uno u otro partido, pese a que por ley tengan prohibido ese posicionamiento. Pero este es un cuento que ya nadie se cree.

Así que ni ETA controla a su entorno, ni el gobierno el suyo, aunque ambos lo intentan. Y así las cosas, viene la bomba, como antes vino el robo de armas, los zulos, la kale borroka… este es el diálogo que hay. Un diálogo de besugos en el que cada uno habla de sus cosas, pero en el que no hay puntos de encuentro, ni encima ni fuera de la mesa.

El asunto es que todo dios se ha ido encargando de tensar la cuerda. Cada uno a su manera, pero sin dejar de poner su granito de arena: ETA, el gobierno, la oposición, el entorno, las asociaciones de víctimas, la prensa. Y con esto no señalo con el dedo acusador a nadie, que cada perro se lama su propio cipote. Pero es que es lo que hay.

Así que, finalmente, lo que hemos perdido son dos vidas, uno cuantos millones de euros y una esperanza de millones de personas que desean, simplemente, vivir en paz, con tolerancia pese a las diferencias (y digo más: con orgullo de las diferencias) y en democracia. Porque en todo esto, todos pintan menos el pueblo, que de tanto delegar su poder, en manos de quienes tienes las armas, en uno y otro lado, se ha quedado tan sólo con dos muertos, y la esperanza en el fondo de ese montón de escombros.



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