jueves, 25 de enero de 2007

Los esclavos de la televisión

Es lamentable que muchos, catorce meses después de su puesta en marcha, desconocen lo que es la TDT: la Televisión Digital Terrestre. Son más aún los que no tienen idea de lo que es el apagón analógico, que sucederá en 2010 y que dejará a oscuras a los que no se cambien al digital terrestre.

Y, la mayoría, sabe aún mucho menos acerca de lo que nos viene en materia de tecnología para dejarnos aún más enganchados a ese invento que, sobre todo, sirve para llenarnos la cabeza de publicidad, a la que respondemos como los hipnotizados.

Pero también sirve para comunicar ideología. Y es bueno saber quién pone el dinero detrás de los medios de comunicación, para que nos hagamos una idea de sus limitaciones, objetivos e ideario político. Pero muchos también desconocen esto.

Y todo ese desconocimiento les deja a merced de esas cuatro o cinco cadenas generalistas, que son el mejor reclamo publicitario que existe y todo lo que sale en ellas se vende como rosquillas.

Así que no llegamos ni de lejos a ese ideal de televisión a la carta, dónde uno elige los contenidos que quiere ver, sin tener que conformarse con la bazofia superficial que nada nos enseña, salvo los valores de la fama y del dinero, a los que la mayoría aspiran.

Son demasiado pocos, en relación con otros países, los que reciben emisiones de televisión por satélite, que son los que realmente, entre tanta variedad de canales, generalistas y temáticos, pueden encontrar contenidos de mayor calidad que los que ofrecen las televisiones que emiten en analógico.

Pero, dicho así en general, lo que cada vez está más claro, es que esa superficialidad, ese alejarse de las preocupaciones, y ese alejamiento del público, que afronta ese rato de televisión como de puro esparcimiento, a excepción de los informativos, responde a que ese modelo de televisión generalista sigue teniendo numeroso público.

Y también que una parte de este público se conforma con lo que le dan, no busca más, no selecciona más y restringe su criterio a esas orejeras catódicas que si George Orwell levantara la cabeza, cambiaría el título de su 1984 por el de este 2007.

No concibo esa sumisión catódica, ese ponerse de rodillas y ciegos de propaganda, sin hacer nada para que ese rato, además de esparcimiento, nos proporcione algo valioso con que quedarnos: conocimientos, emociones, cultura, arte.

Cómprense, cuando menos, un decodificador de TDT y si pueden, uno combo, de satélite y TDT. Sus cerebros y su corazón se lo agradecerán.






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