miércoles, 31 de enero de 2007

El blog del millonario

Y dicen que los ricos no tenemos nuestros problemas. Pues va a ser que se equivocan. A ver si no. Voy a explicarles lo que ha sido mi día, que ha venido un poco cruzado.

Para empezar, me levanto por la mañana, serían las diez y media, me tomo de un trago el zumo de frutas tropicales que me prepara la cocinera y me sirve mi fiel asistenta, Esmeralda, y cuando ya me decido a dejar para el final las trufas y el salmón ahumado y me dispongo a meter en la boca la primera tosta de caviar, me topo con el titular del diario.

Resumiendo: uno de mis paquetes de acciones ha sufrido un retroceso de ocho puntos, lo que significa que acabo de perder casi medio millón de euros. Casi me atraganto al verlo y, del susto, el caviar, del beluga iraní Cavcaspian de 525€ la lata de 100gr, se me fue a desparramar por el suelo. De la leche que metí en la mesa, no me cargué el zumo y la cafetera de milagro.

Y es que me fastidia, porque sé que la situación es coyuntural y la empresa está bien apuntalada. Pero tardará en remontar y mientras, no podré ganar nada. Menos mal que el primer mensaje que me llegó al celular, dándome el balance en el mercado Forex, me devolvió de nuevo la sonrisa. No pienso decir la cantidad. Me da vergüenza.

Entro en el garaje, elijo el Jaguar XK convertible, porque no sé si lloverá y, cuando me dispongo a arrancarlo el piloto del aceite que no deja de parpardear y me sale un jodido mensaje que dice que debo llevarlo al taller. Lo que me faltaba oir: cómo no vengan ellos, lo que es yo. Así que me tuve que girar hacia el BMW 645Ci, cuando no me apetecía.

El problema llegó cuando, tras arrancar el coche, que va como una seda, le doy al mando de la puerta garaje, empieza a subir y de repente, a medio metro del suelo, sencillamente, se para. Empecé a ponerme nervioso, pero decidí tomármelo con calma. Le di unas cuantas veces más al botón, pero nada. Aquello no se movía. Cambio de planes: podía salir por la puerta lateral e incluso irme en la moto, la Triumph Rocket III Classic, un tanto customizada, digamos que adaptada a mi estilo ya que, de las que tengo, es la más estrecha de manillar, para sacarla por la puerta.

Y así fue. Saqué la moto, salí de la finca, enfilé la carretera y todo parecía ir como la seda de no ser por unas inciertas nubes negruzcas en el horizonte que, conforme avanzaba con la moto iban haciéndose más y más grandes. Hasta que, de pronto, me cayó encima el diluvio universal.

Al carajo mi chaqueta de piel de Karl Lagerfeld de 3.200 euros y las botas Akle Boot, de Prada, que me costaron 595 eurazos. Menos mal que los pantalones eran unos jeans, unos All Saints, que aunque cuestan más de trescientos euros, no les pasa nada si se mojan.

Llegué a la planta veintitrés, donde tengo mi despacho, completamente empapado. Menos mal que soy un tío prevenido y siempre tengo un par de trajes en el vestidor, por si me tengo que cambiar en determinado momento. Un gris marengo de Armani le venía bien a mi día, pero decidí que el negro, a medida, de Gieves & Hawkes, de Londres, que sirven también a la Royal Family, se ajustaba mejor y encima va perfecto con la esfera negra del Rolex, que parece que veas flotando el oro de las agujas y los números, y los brillantes alrededor, como siempre, deslumbrando.

Con tanto ajetreo, la mañana se me había pasado volando. En fin, que ya era la hora de comer. Comida de negocios. En realidad para mí todas son comidas de negocios. Si son con hombres, evidentemente que son de negocios y si con mujeres, pueden ser de negocios o de otra clase de negocios.

Y de estos últimos no puedo quejarme, en absoluto, aunque uno es un caballero, así que permítanme ahorrarme los detalles. Claro que me ayuda mi situación, no voy a negarlo y realmente me aprovecho de ello. Cada uno juega con sus armas. El guapo, con su belleza innata, el simpático, de su simpatía y yo, modestia aparte, tengo de todo un poco, además de la solvencia financiera. (Si usted acaba de reírse, reconózcame al menos la simpatía).

La comida era una comida más, de balance, con mi contable y el asesor financiero, que además pretendían embarcarme en una aventura incierta en las Islas Vírgenes, para un negocio cuya solvencia yo no veía por ninguna parte. Hasta me pareció que estos tenían algún otro interés tras esta aparente tapadera. Porque, aunque no lo crean, hay que andarse con pies de plomo hasta con los colaboradores más cercanos, y darles puerta, tras hacerles firmar previamente un contrato de confidencialidad, tras no más de un par de años. Luego de ese tiempo, aprenden demasiado y saben al dedillo el modo de robarte sin que te des cuenta hasta pasado un tiempo.

Por la tarde, decidí pasarme por el gimnasio del club para darme un masaje, porque tenía la espalda molida del viaje en moto y uno va perdiendo costumbre. Después, me tomé un vermouth Noilly Prat, muy seco, cortado con un golpe de gin de Martin Miller´s Westbourne Strength , porque a mí me gusta el vermuth a media tarde más que antes de comer.

A las siete, tres días a la semana me toca jugar a tenis. Samantha era mi rival en esta ocasión y la cosa no estuvo mal, aunque me lo puso difícil un par de momentos, conseguí vencerla y mantener mi orgullo de macho, que aunque me duela reconocerlo, lo tengo. Así que tras el partido, llevé a Samantha a tomar una copa a la terraza frente al mar que más me gusta de toda la ciudad e hice lo posible para convencerla a cenar, en mi casa y me respondió que accedía sólo si yo era el cocinero.

Pense que esta tía era gilipollas. Podía pagar y traer a casa a cualquier concinero de la ciudad que me pidiera, para prepararle el menú que más le apeteciese y me mete a mí en la cocina de mi apartamento del centro (un triplex bien situado que utilizo para evitar atascos) a preparar una tortilla que acabó desparramada por la placa de inducción justo cuando le daba la vuelta. Si es que la cocina no es lo mío. Ni siquiera sé dónde están las cosas. Así que finalmente tiré de embutidos: unas lonchitas de jabugo, que alguien me tiene que explicar cómo hay que hacer para que salgan todas igual de finas, unos quesitos franceses y un buen vino gran reserva de unas bodegas de Borgoña mi propiedad y tira para el sofá, que arde el mundo.

Y fue justo en ese momento preciso, como en las películas, que sonó el timbre y como, por aquello de la intimidad, había despedido al servicio, abrí yo. Y allí estaba Sofía. Me quedé sin palabras. Y claro, se armó la pelotera. Samantha cogió su bolso y se fue de inmediato, sin decir adiós, mientras que Sofía me increpaba, cada vez más caliente, sin dejarme meter baza, hasta que se largó dando tal portazo, que el jarrón de Sevres de la entrada comenzó a balancearse. Yo corrí hacia él y llegué justo en el momento en que se reventaba contra el suelo.

Y yo imbécil de mí, le arreé una patada a la mesita de cedro del Líbano, que acabó el jamón pegado a las cortinas de muselina, el queso por los sillones de ante color crema y el vino, en la alfombra de seda de Bursa.

Así que lo único bueno de mi día me llegó por celular por mensajería y hablaba de dinero. Sí, diréis que no trabajo, pero no es verdad. Lo que pasa es que mi trabajo es que mi dinero trabaje para mí, mientras que otros prefieren trabajar para el dinero.

Pero, de verdad, no le deseo a nadie mis problemas.






5 comentarios:

Anónimo dijo...

No terminaste bien el día por que te falto un chupito de licor café MEIGAS FORA

Anónimo dijo...

me gusta el relato lo unico que falta es el nombre del millonario para hacerse amigo suyo haber si me toca algo de lo que le estropeo la mala suerte. jajaja bueno lo nuestro como bien dijo es trabajar para el dinero. y es lo que nos toca

Anónimo dijo...

Puede parecer irónico para algunos e incluso ofensivo para otros que tendrán que conformarse con cenar leche con galletas "leader price" porque el fin de mes va justito,pero como fiel lectora de Hola imagino que tal descripción puede cuadrar a la perfección con la rutina diaria de muchos que aparecen retratados junto a sus mansiones cada semana en la mencionada revista.Después de ver la ostentosidad y también el mal gusto,-porque serán millonarios,pero horteras son un rato...-siempre me quedo con la sensación de impotencia e injusticia:con lo que se gasta un millonetis en un bocadito de tosta de beluga podría comer una familia numerosa durante meses en Cuba,por ejemplo.Sin embargo,creo que todos tenemos ese otro yo,lo imagino de diablillo con tridente, que nos dice al oído:"todo eso está muy bien,pero admite que en el fondo y a pesar de que te reconoces como una persona plena y feliz te encantaría que tu cuenta bancaria tuviese un número escandaloso de ceros".
En fin,todos sabemos que el dinero no da la ansiada felicidad,por eso suspiramos para que nos toque una primitiva que resuelva de una vez nuestros problemas.

Anónimo dijo...

Se puede ser millonario y no ser gilipollas.
Ese es mi caso...bién, lo será dentro de un año. Me he propuesto ganar 1.000.000€ en un año con "La ley del mínimo esfuerzo". Si lo consigo, te mandaré un relato de mi día a día, pero ya te aviso, que posiblemente no haya ninguna marca de lujo (solo la del coche...debilidades que tiene uno) Y con unos kellogs con colacao me siento el tio más feliz por las mañanas.Saludos,

dhasharath dijo...

My cousin recommended this blog and she was totally right keep up the fantastic work!



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