En el escritor buscamos lo contrario que en el periodista: su subjetividad, su punto de vista único, unido a su manera de narrarlo.
Son dos oficios distintos, como dos círculos que a veces se tocan en algún punto, pero que deben alejarse, obligadamente, en otros. Porque del escritor requerimos su imaginación y no valoramos como mentiras sus invenciones, mientras que al periodista podrían apedrearle si se atreviera a tanto.
También debería decir que un periodista debería trabajar con los hechos y un escritor con las palabras. Para el periodista las palabras son una herramienta de precisión que hay que ajustar al tiempo y al espacio y para el escritor, una herramienta de prestidigitación con la que crear una atmósfera que envuelva su historia.
Uno nos cuenta lo que pasa y otro sencillamente, nos cuenta, lo que pasa y lo que no pasó nunca, pero que podría pasar en su mundo inventado y ser más creíble que el titular del primero.
Porque, qué bonita es la teoría y en cambio, que puñetera, la práctica.
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