jueves, 18 de agosto de 2011

LA CRISIS QUE NO NOS CUENTAN



Observo que la mayor parte de las veces, las palabras, se quedan sólo en eso, meras palabras.  Cuestionaba yo, de La Voz de Galicia, su falta de apertura, la imposibilidad de poder participar con la opinión, dado que en sus webs no es posible –al menos sí se puede en sus blogs-, y aún dejé por comentar que las páginas locales de Facebook aparecieron abandonadas, cosas del verano, quiero suponer,  y con telarañas, sin dueño, como el resto de la ciudad.

Cerrado por derribo.

Lo sigo viendo, al periódico, cerrado a cal y canto, flanqueado por almenas y guardias, con un foso bien grande, impermeable a lo que pasa, flotando ensimismado, como el Castroforte del Baralla, de la genial saga-fuga de Torrente Ballester.

Y veo, porque la realidad terquea siempre, que toda esa palabrería del servicio a Galicia, toda esa aparente indignación, protestas y acabemos, es, simplemente, un castillo de palabras más ligeras que los naipes de Heraclio Fournier.

Pedía, en un mail que envié directamente a varios periodistas de La Voz de Galicia, que me ayudasen a hacer llegar a su presidente una Carta Abierta, por un lado. Y comunicaba, de otro, que acaba de publicar mi primera novela y que rogaba, dado que era auto publicada, que se le diese la máxima difusión. Pues ni chicha, ni limoná.

La carta, obviamente, jamás será publicada en Cartas al Director, como tantas otras. Y esto, tras varios días, es ya un hecho.  No interesan las opiniones ni las críticas, por muy constructivas que pretendan ser.

Y la noticia de la novela, se ve que tampoco interesa, ni como breve.  Supongo que apoyar a los gallegos y a la cultura local es algo que no entra dentro de las funciones de una prensa que presume de ser la voz de Galicia, pero se ve que sólo es la voz de su amo.

Pero si desde la casa no surgen iniciativas para apoyar esa creación, concediendo espacio en su propia web, por ejemplo, como hacen otros medios, de otros modos, uno acaba realmente preguntándose para qué nos sirve una prensa local que no está realmente al servicio de quien debe, ni refleja en sus páginas las realidades diarias.

Siempre ocupada  de los cuarenta principales cabezas visibles de cualquier staff, político empresarial, pero que desconoce lo que pasa en las bases de esas empresas o en las raíces de la política.

Hay crisis sí, mucha, demasiada. Sólo hay que dar una vuelta por la calle y abrir los ojos y ver lo que la gente está haciendo para poder salir a flote: porque muchos se están ahogando.

Nos inundan cada día de noticias macroeconómicas, hartos ya de las caídas y repuntes de la bolsa al toque de silbato de las agencias calificadoras y o especuladores de todo pelaje, tratando de sacar ganancia en río revuelto.

Acabaremos haciendo, a base de tanta noticia, un máster de ingeniería financiera y de todo el tejemaneje con el que nos castigan para apretarnos más, sacarnos más, ganar ellos más, -evidentemente- y llevar el mundo hacia una desigualdad cada vez mayor, con un crecimiento acelerado de las bolsas de pobreza, pero eso sí, con los apóstoles del neoliberalismo y el libremercado, gastando tinta en los editoriales de los medios aleccionadores de que, pese a las recientes intervenciones en el mercado, estas deben ser excepcionales en un raro agosto de crisis. Como si la crisis durase un mes.

Ya. Si el mercado se autoregulase no habría que intervenir. Ni tampoco habría crisis. Pero la crisis les conviene a muchos. Todos perdemos, menos ellos. Nos lo sacan como quieren y por dónde quieren. Generan la crisis, incluso con informes de riesgo falsos y luego piden apretar el cinturón: bajar los sueldos, aumentar los impuestos,  empeorar las condiciones laborales, y reducir las prestaciones sociales, planteando hasta el copago. Todo ello con una inevitable pérdida de calidad de vida y nada, eh, a tragar que es lo que hay.

Y mientras los bancos aumentan cada año sus beneficios con crisis o sin ella, las grandes empresas siguen ganando, las agencias ni te digo y mientras todo dios se sube el sueldo a sí mismo a ti, directamente, te lo recortan o te mandan al paro. Los ricos más ricos y los pobres más pobres. Así es como se regula el libremercado.

Por eso y de eso, de esas historias de la crisis, pequeñas, como los robos de cobre, o de patatas en un sembrado, el aumento del número de gente que ha de trapichear con drogas para subsistir, o sobrevivir en la economía sumergida. Vivir en la ilegalidad, vamos.

Hay muchas pequeñas historias que nadie nos cuenta. Que vemos cada día en la calle, que sufrimos y vemos sufrir sin que sean portada de nada. Siguen ahí saliendo esos de las corbatas, las togas y las sotanas. Eso es lo que veo en las portadas. Ni a la madre que no tiene otra que prostituirse para dar de comer a su niño, ni al que desahucian y se le quedan su piso, sin que ni así finalice su deuda. Ni al que tiene que dedicarse a cualquier cosa para traer la comida a casa.

Esa es la crisis real, la de la cola del paro, la de cientos de currículos para un solo puesto, la de la movilidad, eventualidad y la crisis de afrontar cada mañana tan sólo con la idea de subsistir.

Hay mucha microeconomía que nunca será portada ni tema de interés, salvo si nos la venden envuelta en morbo.

1 comentario:

Beatriz Basenji dijo...

Excelente tu blog!Esta crisis ha sido orquestada desde Harvard.Usaron a los argentinos de conejitos de la India, en el 2001 y como les salió bien,avanzaron.Siempre somos la gente del Pueblo los que nos arrastramos por los barros que desde las alturas nos van arrojando.Somos dobles víctimas: del poder del Capital y del poder de los políticos.
Cordiales saludos.