Pocas veces valoramos la importancia de esto cuando elegimos o tomamos decisiones importantes que afectan a nuestro futuro. Elegimos los trabajos por el sueldo, por las condiciones laborales y rara vez, por el ambiente o por el equipo del que formaremos parte. No sé si esto es causa, supongo que sí en muchos casos, de esa insatisfacción que nos producen todos esos empleos que no nos enriquecen en el plano humano, donde las relaciones y el aprendizaje mutuo son superficiales. Donde no llegamos a congeniar plenamente con nadie.
Y así, forzados a una rutina donde el azar y la casualidad cada vez son bienes más escasos, la vida discurre en nuestro pequeño mundo cotidiano, con más pena que gloria y casi dando gracias por tener lo que tenemos, que aún menos mal.
En mi vida particular, esos momentos fugaces, últimamente, eran más bien inconstantes, por añadir un adjetivo un tanto indefinido. Una vida rutinaria encerrada en un círculo limitado. Por eso agradezco en mayor medida esas pequeñas oportunidades de salir de lo ordinario al encuentro de lo extraordinario.
En este caso, la coincidencia, por razones de trabajo, fue con Santiago Roncagliolo, escritor peruano afincado en Barcelona, ganador en el 2006 del premio Alfaguara de Novela, con la novela “Abril Rojo” y autor igualmente de “Pudor”, que fue llevada al cine de la mano de Tristán Ulloa. En esta ocasión presentaba un libro a caballo entre el periodismo de investigación y la narrativa, destripando las entrañas del movimiento terrorista Sendero Luminoso y su líder, Abimael Guzmán. La obra se llama “La Cuarta Espada” y es un libro altamente recomendable, porque, por encima del interés que a priori pueda interesarnos el tema del que trata, la claridad expositiva del relato y la calidad literaria innegable de su autor, son armas suficientes para validar el libro.
Santiago es un tipo tranquilo, atento y educado en el trato, que mira de frente y presta atención. Se interesa por la actualidad y está al día de todo lo que se cuece en el mundillo editorial y literario. Devora los suplementos culturales que caen en sus manos. Hasta ahí, la deformación profesional normal de todo periodista y escritor. Pero además, con él, la conversación, no es intranscendente, sino cargada de sustancia y sus juicios y opiniones son siempre directos, pero sensatos. En definitiva, un tipo listo, que conoce sus armas de escritor y al que recomiendo le sigan la pista, que dará que hablar, aún más de lo que ya lo hace.
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