lunes, 5 de febrero de 2007

Las crisis de la edad

Leo acerca del síndrome de Peter Pan, que por lo visto sucede a muchos hombres que se niegan a crecer y que viven como adolescentes. Sucede, sobre todo, entre los 30 y 50 años: no quieren asumir compromisos, rehuyen de la paternidad y se acercan a las muejres de modo inconstante.

A los cincuenta, leo también, sobreviene el Síndrome del Último Tren, que les sucede a aquellos que creen están ante la última oportunidad de su vida para vivir una aventura amorosa, antes de que la vejez arruine esos planes.

En ambos síndromes, parece ser, los hombres bucan mujeres más jóvenes. Los de Peter Pan, para que no le exija compromisos y por ser más irresponsables, lo que les lleva a creerse más jóvenes ellos también.

Los del último tren, porque quieren sentirse atractivos por última vez y cazar la pieza más codiciada, cuánto más joven, mayor es el reto.

Y a los cuarenta, dicen también, los hombres entran en otra crisis, que perdonen, no recuerdo con que nombre la han bautizado. Y se define en que uno se piensa a sí mismo como un veinteañero, pero ya el espejo dice que no lo es. Empiezan las primeras canas, las primeras arrugas, parece un momento para la reflexión, para ver si somos el que queríamos ser a los dieciocho años. O cuántos sueños han quedado por el camino y tal vez podamos aún recuperar.

A partir de los 50 empieza la andropausia, con esas consecuencias de la pérdida de la potencia sexual en muchos casos y la evidencia de estar ya en otra edad, más cerca de la ancianidad que de la juventud.

Es decir, que estamos siempre en crisis, tras la de la infancia, llega la de la adolescencia, que son las primeras y luego, todas las demás y algunas otras que nos irán diciendo en el futuro. Crisis psicológicas de insatisfacción con uno mismo. Porque nos cuesta afrontar cada cambio y adaptarnos al nuevo yo.

Y también porque nos venden que debemos ser siempre jóvenes, y untarnos los pelos con Grecian 2000, usar yo qué se qué cremas, que chutes de botox y qué horas de gimnasio y hasta de quirófano necesitamos para volver diez años atrás el manubrio del tiempo.

Verdaderamente desconfío de todos estos piscólogos de medio pelo, con teorías con nombres que más que respeto, dan la risa. Me produce la sensación de que están a sueldo de alguna multinacional que primero nos venden las insatisfacción para luego ofrecernos el remedio.

Por eso, no se fíen de todas las teorías psicológicas que leen por las revistas, muchas sin ningún fundamento y piensen que, además, todos somos un poco hipocondríacos y enseguida encontraríamos paralelismos con nosotros mismos, que podrían llevarnos a una crisis que ni tenemos, ni deberíamos tener si hacemos cuadrar quienes somos, con quienes creemos que somos.












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