En el mundo hay dos clases de personas: los constructores y los destructores. De estos últimos no alcanzo a comprender nada. Me supera la irracionalidad de esas acciones.
¿Qué placer o beneficio se obtiene de quemar contenedores, reventar retrovisores de vehículos aparcados, farolas a pedradas, banquillos desvencijados, cabinas de teléfono? Supongo que son de esa misma raza de gentes que revientan a torpedo limpio los budas milenarios, queman libros, derriban estatuas, destrozan valiosas obras de arte y demás barbaridades.
Porque, digo yo, quien destroza un escaparate con el fin de llevarse lo que hay tras el cristal, obtiene un beneficio de su acción. Ilícito, pero comprensible: al menos hay una razón para ello. Pero el daño por el daño, eludiendo las consecuencias de esos actos muchas veces o considerándose inmunes a todo castigo, me supera el lado racional y ni siquiera el emocional consigue emocionarse lo más mínimo, salvo la irritación que estas acciones ajenas me provocan.
Habrá quién dirá que no son tan gratuitas, que el que revienta una farola lo hace para pavonearse ante sus amigos, que quien quema un monte es un enfermo y que en todas y cada una de esas acciones hay una intencionalidad. Puede ser, pero es que aún así me sigue pareciendo irracional, por el desequilibrio que hay entre el beneficio que se obtiene y el daño que se causa.
Es por ello que igualmente me cuesta comprender el daño, tanto a personas como a cosas materiales, aún justificando estos con cualquier razón, sean estas políticas, religiosas o puramente afectivas. Porque causar daño por una idea, por noble que pueda llegar a ser, o “en nombre de Dios”, apropiándose de la voluntad divina sin que esta medie en modo alguno en nuestras atrocidades, me parecen meras excusas a falta de verdaderas razones para imponer por su propio peso.
Cierto es que a veces, para construir algo, hay que derribar lo anterior, a veces destruirlo (no hablo ahora de personas) y sólo esa razón la entiendo como lógica.
Todo lo demás es una sinrazón que hace que la verdadera razón de la finalidad de ese hecho, si es que existe, deje de ser válida.
¿Qué placer o beneficio se obtiene de quemar contenedores, reventar retrovisores de vehículos aparcados, farolas a pedradas, banquillos desvencijados, cabinas de teléfono? Supongo que son de esa misma raza de gentes que revientan a torpedo limpio los budas milenarios, queman libros, derriban estatuas, destrozan valiosas obras de arte y demás barbaridades.
Porque, digo yo, quien destroza un escaparate con el fin de llevarse lo que hay tras el cristal, obtiene un beneficio de su acción. Ilícito, pero comprensible: al menos hay una razón para ello. Pero el daño por el daño, eludiendo las consecuencias de esos actos muchas veces o considerándose inmunes a todo castigo, me supera el lado racional y ni siquiera el emocional consigue emocionarse lo más mínimo, salvo la irritación que estas acciones ajenas me provocan.
Habrá quién dirá que no son tan gratuitas, que el que revienta una farola lo hace para pavonearse ante sus amigos, que quien quema un monte es un enfermo y que en todas y cada una de esas acciones hay una intencionalidad. Puede ser, pero es que aún así me sigue pareciendo irracional, por el desequilibrio que hay entre el beneficio que se obtiene y el daño que se causa.
Es por ello que igualmente me cuesta comprender el daño, tanto a personas como a cosas materiales, aún justificando estos con cualquier razón, sean estas políticas, religiosas o puramente afectivas. Porque causar daño por una idea, por noble que pueda llegar a ser, o “en nombre de Dios”, apropiándose de la voluntad divina sin que esta medie en modo alguno en nuestras atrocidades, me parecen meras excusas a falta de verdaderas razones para imponer por su propio peso.
Cierto es que a veces, para construir algo, hay que derribar lo anterior, a veces destruirlo (no hablo ahora de personas) y sólo esa razón la entiendo como lógica.
Todo lo demás es una sinrazón que hace que la verdadera razón de la finalidad de ese hecho, si es que existe, deje de ser válida.
Comportamiento destructivo
2 comentarios:
Cada vez que veo algo así me cabrea de verdad. Sabes que en la presa de China hay dos datos que me cabrean especialmente?
1. Inundan centenares de budas centernarios
2. El peso del agua serà tan grande que ejercerà un pequeño en el eje de la tierra y los años duraran 0.1 segundos mas.
AAAAAAAAAAAAAHHHH donde estamos llegando!!!
Por cierto y perdona mi incultura general, se trata de un buda gigante de Kazakistan?
Felicidades por el blog!
Si quieres pasarte por el nuestro (es una comunidad) y escribir de vez en cuando algun post estariamos encantados de hacerte autor.
Saludos
No, el buda de la foto estaba en Bamiyan (Afganistán). Fue bombardeado en 2001 por el gobierno Talibán, que declaró idólatras a estas estatuas del siglo IV AdC. Estaba declaradas patrimonio de la Humanidad.
Gracias por la invitación y por tu comentario positivo. Me pasaré por vuestro blog.
Publicar un comentario