sábado, 27 de enero de 2007

Terminator: el ecologista radical

Quién nos iba a decir que sería Terminator, Arnold Schwarzenegger, un abanderado de la ecología y de las energías limpias y no contaminantes.

El estado que él gobierna, California, prohibirá desde de febrero la producción de energía eléctrica a partir de la combustión de carbón y no permitirá tampoco la compra de energía con el mismo origen.

Pero es que Arnold es también abanderado en el cambio desde las energías fósiles hacia el hidrógeno. California es el lugar del mundo donde más estaciones de repostaje de hidrógeno existen y también donde circulan un mayor número de vehículos con este combustible.

No contento con esto. Arnold prohibió también el uso de un producto químico usado en las tintorerías para la limpieza en seco y hasta demandó a empresas del automóvil por sus emisiones contaminantes.

Si sumamos a esto el hecho de que el humo del tabaco es también objetivo de su persecución, incluso si se fuma al aire libre, en su California, ya tenemos un perfil de Arnold: un ecologista radical, si fuese definido desde el lado de la industria y un político sensato y responsable (léase únicamente en esta materia) que aplica medidas que sólo tendrán sentido pleno si son secundadas, primero, por el resto de los estados americanos y después, por el resto del mundo.

El nuevo informe de la ONU sobre el cambio climático que acaba de ver la luz, pone los pelos de punta. Avalado por más de 2.500 científicos, afirma que el cambio climático, como ya sabíamos todos, se debe en gran parte a las emisiones de gases de efecto invernadero. Pues eso, somos culpables, pero lo que nos cuesta admitir esa culpabilidad.

Que se lo pregunten a ese Bush que se niega a aprobar el protocolo de Kyoto y a todos aquellos cantamañanas que siguen pregonando que el cambio climático no es tal y que los gases de efecto invernadero no tienen nada que ver con el aumento de las temperaturas y que podemos seguir contaminando a este ritmo sin que pase absolutamente nada.

Y visto lo visto, me pregunto por qué el resto de los políticos del mundo no le echan lo que hay que echarle para tomar medidas semejantes a las que ya está aplicando Terminator en su lucha contra esa raza de malos que conducen coches con chofer, mueven cientos o miles de millones y se niegan a gastar lo que sea necesario para evitar que su mierda nos salpique a todos.

Lástima que Terminator no termine con todos ellos al final de la película.





jueves, 25 de enero de 2007

Los esclavos de la televisión

Es lamentable que muchos, catorce meses después de su puesta en marcha, desconocen lo que es la TDT: la Televisión Digital Terrestre. Son más aún los que no tienen idea de lo que es el apagón analógico, que sucederá en 2010 y que dejará a oscuras a los que no se cambien al digital terrestre.

Y, la mayoría, sabe aún mucho menos acerca de lo que nos viene en materia de tecnología para dejarnos aún más enganchados a ese invento que, sobre todo, sirve para llenarnos la cabeza de publicidad, a la que respondemos como los hipnotizados.

Pero también sirve para comunicar ideología. Y es bueno saber quién pone el dinero detrás de los medios de comunicación, para que nos hagamos una idea de sus limitaciones, objetivos e ideario político. Pero muchos también desconocen esto.

Y todo ese desconocimiento les deja a merced de esas cuatro o cinco cadenas generalistas, que son el mejor reclamo publicitario que existe y todo lo que sale en ellas se vende como rosquillas.

Así que no llegamos ni de lejos a ese ideal de televisión a la carta, dónde uno elige los contenidos que quiere ver, sin tener que conformarse con la bazofia superficial que nada nos enseña, salvo los valores de la fama y del dinero, a los que la mayoría aspiran.

Son demasiado pocos, en relación con otros países, los que reciben emisiones de televisión por satélite, que son los que realmente, entre tanta variedad de canales, generalistas y temáticos, pueden encontrar contenidos de mayor calidad que los que ofrecen las televisiones que emiten en analógico.

Pero, dicho así en general, lo que cada vez está más claro, es que esa superficialidad, ese alejarse de las preocupaciones, y ese alejamiento del público, que afronta ese rato de televisión como de puro esparcimiento, a excepción de los informativos, responde a que ese modelo de televisión generalista sigue teniendo numeroso público.

Y también que una parte de este público se conforma con lo que le dan, no busca más, no selecciona más y restringe su criterio a esas orejeras catódicas que si George Orwell levantara la cabeza, cambiaría el título de su 1984 por el de este 2007.

No concibo esa sumisión catódica, ese ponerse de rodillas y ciegos de propaganda, sin hacer nada para que ese rato, además de esparcimiento, nos proporcione algo valioso con que quedarnos: conocimientos, emociones, cultura, arte.

Cómprense, cuando menos, un decodificador de TDT y si pueden, uno combo, de satélite y TDT. Sus cerebros y su corazón se lo agradecerán.






miércoles, 24 de enero de 2007

La violencia en las escuelas

Dicen que el colegio sirve para socializar a los infantes. Para que aprendan a vivir y a compartir. Pero vemos que este objetivo no se cumple en absoluto. Es triste que en los colegios siga imperando la ley del más fuerte. Que los golpes siempre se los lleve el mismo y que la única novedad sea que ahora, además, las palizas se graban con la cámara del celular.

El estado de salud de una sociedad debe mirarse, en primer lugar, en su sistema educativo. Y si hacemos esto, qué mal parados salimos.

Podemos decir que los niños son crueles. Que no tienen conciencia del mal que causan y, en fin, podemos ponernos cuantas disculpas queramos para disfrazar nuestro fracaso como padres y educadores de esa nueva generación que un día nos gobernará.

Pero el problema es que nada cambia. Y si lo hace es para peor. Seguimos todos igual, transmitiendo los mismos prejuicios, cebándonos en el débil y sobre todo, en el diferente: (póngase aquí la diferencia que se quiera). Sobre todo si éste no repele nuestros golpes, ni los contesta.

Todos hemos vivido en carne propia o muy cercana el caso del niño que, acogotado por otro más fuerte, lo cuenta a un amigo mayor, que viene a su vez a poner las pilas al abusón. En mi caso particular, bastó que un amigo bastante ancho de espaldas me acompañase una sola vez y lo solucionase con una simple frase: “cómo me vuelva a enterar yo de que te metes con mi amigo, te pego una patada en el culo que te levanto del suelo”. Mano de santo. Pero es que mi amigo era el doble de grande que el otro y tenía cara de tener bastante mala leche y credibilidad para cumplir lo que decía. Lo malo es que algunos no tienen un amigo como el mío o ni siquiera, en su debilidad, se atreven a contarlo.

Y esto es lo que suele pasar con la violencia. “Yo era violento hasta que un día me dieron unas hostias”, dijo hace años, medio en broma, un muy amigo mío. A partir de aquel día la violencia dejó de tener utilidad. Y no digo con esto que al violento baste con un par de hostias para convertirlo, lo que sería una simpleza.

Lo que sí está claro es que estos comportamientos violentos y la actitud de fuerza y desafío constante de algunos, lo único que traslucen es la carga que, de casa, los niños llevan en sus mochilas a los colegios.

Vivimos en un mundo altamente competitivo, donde las oportunidades son para los más vivos, con un enorme individualismo. Y este es el problema.

No se fomentan las conductas solidarias, ni realmente se socializa el aprendizaje y la vida en las escuelas. No se enseña a valorar la diferencia. Al revés.

Los niños buscan integrarse socialmente, y ocupar en esa sociedad suya el puesto que creen que deben ocupar. Y sus comportamientos son parte de esa guerra por hacerse un hueco en el grupo. Pero es que el grupo no es un grupo de amigos. Es un grupo de competidores unidos por las circunstancias.

Y eso es lo que realmente se les enseña (y la forma de competir, también).




martes, 23 de enero de 2007

37 millones de millonarios = 6.000 millones de indigentes

Si las cosas ya estaban mal en cuanto a la distribución de la riqueza en el mundo, el último informe del World Institute for Development Economics Research (Wider), dependiente de la ONU, debería ser algo más que una simple voz de alarma.

¿Cómo si no interpretar el dato de que el 1% de la población mundial acumule el 40% de la riqueza? Es decir, que sólo 37 de los 6.000 millones de personas se reparten casi la mitad de la tarta. Y esos 37 millones de personas acumulan una fortuna mínima de casi un millón de euros.

Y sólo un dato más: el 10% de los más ricos del planeta poseen el 85% del capital mundial.

La acumulación del capital sigue su imparable marcha y la desigualdad sigue aumentado. Es decir, los ricos son cada día más ricos y los pobres, más pobres. Es curioso que esta pobreza impida incluso el acceso a los alimentos, aún no habiendo escasez alimentaria, sólo escasez de dinero.

Por algo dice la Biblia que es más fácil que pase un camello por el ojo de una aguja a que un rico entre en el reino de los cielos.

Porque no hay ningún rico inocente. En este mundo altamente competitivo y cada vez menos solidario, sólo importa llegar primero a la meta, aunque los demás salgan derrotados. Eso no es responsabilidad de nadie. Todos se lavan las manos. Es sólo culpa del sistema, que es una cosa abstracta.

Y ¿quién va a cambiarlo si los que mandan, los que tienen el poder del dinero y de las armas, están encantados de haberse conocido y su mayor problema es que el garaje se les queda pequeño para tanto coche nuevo?

No sé si la salida estará en una revolución. Porque el día en que los desheredados del planeta decidan poner punto final a tanta injusticia ¿qué va a pasar? ¿Y el día que los ricos dejen de tener clientes porque los pobres no puedan comprar sus productos, como ya le sucede a la mitad de la población mundial?

Pero no hay problema. No habrá tal revolución. Los pobres del mundo, a lo más que aspiran es a llegar como sea a un país rico y, a su vez, adquirir igualmente el estatus de privilegiado. Si es que el marketing es muy poderoso.

Tan poderoso que afecta igualmente a los que viven en los países más ricos: ¿Quién no quiere ser millonario? Ese es el modelo de hombres que nos venden: ricos, con éxito, con toda la riqueza y la tecnología a su alcance y, si puede ser, también famosos para que los “minutos de la basura” mediática que según Marshall MacLuhan todos tendremos, sean igualmente desiguales, inclinando la balanza hacia su lado.







lunes, 22 de enero de 2007

La Revolución Verde para África de Bill Gates y Rockefeller

El Foro Social Mundial (FSM) que se está celebrando en Nairobi, Kenia, debe hacernos a todos volver la mirada y reflexionar.

Bajo el lema “Otro mundo es posible” tratan de centrar la atención sobre sus propuestas y también sobre sus críticas frente al orden establecido y al que quieren establecernos para apretarnos un poco más las clavijas.

Y sobre todo, es bueno contrastar, frente a lo que nos imponen desde el Foro Económico Mundial, con sede en la ciudad suiza de Davos, donde expenden recetas de crecimiento económico basadas en el neoliberalismo y en la globalización de los mercados. Son un simple grupo de poderosos discutiendo como cortar y repartirse en porciones el pastel del mundo.

De vez en cuando a algunos les da por la supuesta filantropía y nos venden la burra como si fuera un Ferrari.

Me refiero, al hilo de este FSM, a las duras críticas que la organización Food First ha realizado de la propuesta de las fundaciones Rockefeller y Bill y Melinda Gates para llevar a cabo un plan para África llamado Revolución Verde, en el que van a invertir 150 millones de dólares.

Y digo invertir porque, como ya suele ser moneda habitual con Bill Gates, sus acciones nunca son simples ni tienen solamente la cara de la moneda que nos enseña, sino que siempre hay detrás una cruz que nos obliga a mirar el anverso.

En este caso, su propuesta es más de lo mismo, insistir en un viejo plan que ya la Fundación Rockefeller había patrocinado en 1960 en India y Asia, cuyos resultados son ampliamente cuestionados, con datos ya en la mano. First Food dice del plan que está obsoleto y que no aprende de los errores de iniciativas anteriores.

Y se equivocan, porque las iniciativas anteriores le fueron muy bien a sus mentores, y ese era realmente el objetivo final.

El plan sigue siendo el mismo: vender a los campesinos africanos un paquete tecnológico (que hay que recomprar a cada cosecha) con semillas genéticamente modificadas (arroz, maíz y soja) que llevaron ya en India y Asia a una extensión de los monocultivos y sobre todo, a una dependencia de los insumos y de la tecnología.

El elevado coste de estos insumos llevaron y volverán a llevar a la ruina y al suicidio a numerosos campesinos, sin detenernos ya en otras consecuencias ambientales, ecológicas y de desigualdad en el crecimiento: puesto que son medidas que sólo beneficiaron a los grandes productores, latifundistas, que además crecieron, al adquirir las tierras de los campesinos arruinados.

Bill Gates, inversor constatado de empresas de biotecnología, lo único que hace es una inversión inicial que convertirá a los campesinos africanos en dependientes y, por tanto, en clientes de esas grandes empresas de biotecnología cuyos mercados en los países industrializados están cerrándose, por las dudas que esta clase de cultivos genéticamente modificados presentan y las legislaciones, siempre más laxas en África.

Y Koffi Annan aplaudiéndoles la jugada.